jueves, 3 de septiembre de 2009

Carlomagno rey cristiano.

En el 771 a la muerte de su hermano Carlomán, Carlos fue declarado único rey de los francos, con el nombre de Carlomagno, quien será uno de los reyes que más apoyo haya dado a la cristiandad: en el 772 se estableció la obligacion del diezmo a favor de la Iglesia (la oriental nunca tuvo este privilegio), en el 773, llamado por el Papa, Carlomagno invadió Italia y se hizo del reino lombardo, en el 774 confirmó la donación de Pepino, estableciendo los Estados Pontificios, que aumentó en el 781; en el 782 llamó a Alcuino, entonces en York, y le encomendó la reforma de la enseñanza (estableciendo el trivio y el cuadrivio medioevales y fundando en el 796 la Universidad de Tours, presidida por Alcuino); en el 800 Carlomagno fue coronado, por León III, Sacro Emperador Romano, investidura aceptada por el Emperador oriental: nace así el Sacro Imperio Romano; a estas alturas la iglesia católica romana se siente suficientemente respaldada como para separarse del Imperio Romano de Oriente.
La coronación de Carlomagno como Emperador sagrado es uno de los acontecimientosmás importantes en la consolidación del cristianismo occidental, al respecto afirma (Johnson, pp. 174-5):
Después de la coronación de Carlomagno, el predominio del cristianismo sobre la sociedad occidental fue, al menos en teoría, completo. Tanto el papado como los elementos eclesiásticos extremistas de la corte carolingia vieron la nueva estructura de poder que habían creado no sólo como una restauración del imperio romano en toda su gloria, sino como una reconstrucción, lograda utilizando todas las fuerzas interiores de la sociedad, para alcanzar un modelo de reino cristiano en la tierra. Carlomagno realizaría la visión augustina: él fue el origen de la mayor parte del impulso de esta reforma. Era un hombre muy inteligente, y en muchas formas un hombre de mente muy clara. Se percató de la íntima conección entre gobierno efectivo, cultura y cristianismo. Pero de estos tres factores, el último fue el que tuvo prioridad en su espíritu. Carlomagno era, sobre todo, un hombre religioso. El aceptaba plenamente la misión agustina que la Iglesia ponía sobre sus hombros. (traducción libre).
Carlomagno cayó, era mal de la época, en césaro-papismo, a él se debe la adopción de la fórmula "Filioque procedit" en el credo, origen del cisma entre las iglesias católicas occidental (romano) y la oriental, para la cual la procedencia del Espíritu Santo tanto del Padre y del Hijo era teológicamente inaceptable; también Carlomagno se entrometió en prohibir la prostitución y el culto de las imágenes sagradas.
A su muerte se produjo una involución: el reino de los francos se dividió, se volvió al tribalismo precarolingio, y posteriormente, por razón de las invasiones vikingas, se debió crear un sistema defensivo que consumió casi todas las energías disponibles: Europa cayó inexorablemente en manos de estamentos caballerescos cuya protección pudo sufragar sólo a cambio de tierras y soberanía política: el feudalismo.
La nueva situacion europea produjo un agregado de microcosmos, cada uno autosuficiente, con muy escasa división del trabajo y por eso falta de los atributos de civilización: carente de educación, organización política, potencia agrícola, capacidad industrial. Todo se centró alrededor de misérrimos "manor" (señorío), resultado de la evolución de la villa romana independiente convertida, por la evolución económica y la amenaza vikinga, en necesidad político-militar.
Esta civilización se caracterizó por luchas continuas entre pequeños señores, movidos por la lujuria de la rapiña, aunque dedicados a la oración y al culto, realmente un culto mágico, de las reliquias: una civilización ignorante, despiadada y supersticiosa.
En Italia, Francia y España subsistieron vestigios de las ciudades romanas y consecuentemente también trazos de una cultura algo más refinada; no así en el norte deEuropa donde no hubo vida urbana. Todo esto es más historia universal que historia del cristianismo occidental y es así porque ambas cosas son, en Europa y hasta el final del milenio, una y la misma cosa: podría afirmarse tanto que la cultura era cristiana (el romanticismo de quienes añoran una vuelta a la Edad media), como que todavía no existía la vida cristiana, la que renacerá posteriormente, para florecer en la Reforma y la Contrarreforma.
No fue esta una civilidad cristiana, sino una civilización oscurantista, rapaz, cruel y supersticiosa, dentro de la cual un número pequeñísimo de hombres, sobre todo desde los monasterios, continaron sembrando y curando el ideal cristiano de fraternidad universal, de justicia, de caridad. El cristianismo siempre ha mostrado sus frutos en aquellos hombres de virtud heroica que llamamos santos: pues bien, ellos fueron escasísimos en estas centurias, tan apartadas de Dios; tampoco encontramos en ellas sabios (¡ni herejías!), contrariamente a lo que acaeció hasta el siglo V de nuestra era en que tanto abundaron. Es una época de estasis tanto de la virtud como de la inteligencia, una involución de la humanidad, por la que, en Occidente, se vuelve a la enseñanza primaria, donde la obra suprema del espíritu consistirá en volver a aprender a balbucear, a leer y a escribir. No fué sino hasta que se superó este retroceso, allá en los albores del siglo XI, que volvió a desplegar sus alas el espíritu del hombre y con él la cristiandad, que experimentará desde entonces un resurgimiento: estos siglos oscuros tienen, sin embargo, su poco de luz, tanto espiritual como intelectual, pues en ellos se dió el portento del monasticismo y luego, especialmente en los SS. XI y XII, el nacimiento de la escolástica y su correlato, la semilla de lo que luego serían las universidades, instituciones y reflexión que redimen a estas edades oscuras.

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