viernes, 4 de septiembre de 2009

EL CRISTIANISMO EN ORIENTE.

La iglesia ortodoxa, en el imperio otomano, estaba duramente sujeta, y no podía evangelizar fuera de la comunidad de fieles cristianos, pues se castigaba con la muerte la conversión de un musulmán al cristianismo; había sido despojada de sus temporalidades y además estaba sujeta al pago de impuestos relativamente pesados, situación que empobreció grandemente a los monasterios que, por falta de recursos económicos, fueron decayendo como centros de estudio. Quienes deseaban profundizar en los estudioss teológicos, debían hacerlo en Italia en Padua, donde se toleraba mejor a los bizantinos, pero esto tuvo sus desventajas, pues "romanizó" a los mejores teólogos ortodoxos, que perdieron o al menos mitigaron mucho de su herencia cultural. Con las guerras de indepedencia de los griegos y los serbios, se establecieron patriarcados nacionales, pero no gozaron de mayor libertad que bajo el turco, pues la Ilustración imponía sujetar la Iglesia al poder civil. La turcocracia en sus cuatrocientos años de dominación sobre la iglesia ortodoxa, transformó a los obispos en etnarcas, a cargo del gobierno de los súbditos cristianos, con gran independencia relativa, pero sujeta la iglesia a fuertes exacciones que le impidieron tener aquella libertad económica que le habría permitido una existencia más gloriosa, en Istambul, la antigua Bizancio, tenía su asiento el patriarca constantinopolitano, primero entre los iguales obispos, pero la grey era pequeñísima, lo es aún hoy día. Esto llevó a que la sede patriarcal moscovita tuviera una preponderancia más allá de la que correspondía a su rango patriarcal (siendo como era la quinta sede en prelación patriarcal).
La Iglesia ortodoxa rusa, por su parte, estaba asimismo fuertemente controlada por el poder civil. Pedro el Grande (1672-1725) promulgó una reforma eclesiástica calcada del modelo luterano que impuso un "Oberproktor" laico al sínodo, supremo órgano eclesiástico, para controlarlo. Rusia, supuestamente, era el tesoro donde se mantendría el verdadero mensaje cristiano, con Moscú como tercera y última Roma (después de la caída de Bizancio, segunda Roma), y ciertamente el pueblo vivió una religiosidad de ejemplar piedad. El cristianismo oriental ortodoxo habría de persistir gracias a la dedicación al Evangelio de la madre Rusia, y se conservaría así una tradición diversa de la romana, menos interesada en definiciones dogmáticas y cuestiones jurídicas y más entregada a la teología mística, centrada sobre todo en la práctica de la oración y el desarrollo de la vida interior de los creyentes.

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