viernes, 4 de septiembre de 2009

La universalidad de la Iglesia de Cristo.Cristianismo y culturas.

El cristianismo, en el porvenir, habrá necesariamente de difundirse en Africa, Asia y América Latina; lugares en que se pondrá en contacto con etnias y culturas con una tradición ajena a lo que en los dos milenios de existencia lo ha conformado. En especial la forma mental grecorromana (griega en la filosofía, romana en lo jurídico) que tan profundamente conforma al catolicismo romano, será una dificultad difícil de superar, por cuanto el misionero cristiano se siente ministro de civilización a la vez que predicador de la verdad revelada y, en su mente, no puede separar esta verdad del acto de occidentalizar.

Probablemente la tarea sería imposible, si no fuera porque todo Occidente, la civilización total, está empeñada en difundir el modo europeo de ser, en especial su cultura científica, su globalización económica, su democracia política y los demás etcéteras que constituyen nuestra civilización. Con esto transformarán en alguna medida la mentalidad de esas otras etnias y culturas y las harán más permeables al cristianismo, tal como él es hoy en día.

Pero pronto habrán de aparecer enamorados tanto de Cristo como de las culturas en que se difunda la fe cristiana y capaces por ello de modificar la doctrina del Maestro, en manera que sea compatible con esas culturas, como en el pasado hicieron los Padres de la Iglesia, los padres escolásticos, Tomás de Aquino y tantos otros más; que sea posible lo muestra Pierre Teilhard de Chardin (1881-1955), quien en su Le Phénomène humain (1955) alcanzó una síntesis moderna de ciencia y religión de carácter monumental.[13]

Cuando esto se dé, nuestra religión no será, como hasta hoy, un pegote ajeno y que aliena, sino algo congruente y connatural. Nuestros misioneros entonces se convertirán en adalides de las tradiciones en que trabajan y no las verán como adversarias, sino como amigas, según aquel decir, el que no está contra vosotros, está por vosotros. (Lucas, 9, 50).

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