jueves, 3 de septiembre de 2009

El cristianismo oficial en la Alta Eda Media.

Los concilios, sobre todo los ecuménicos, son buena muestra, y usualmente la mejor documentada, de las vicisitudes y desarrollo de la vida cristiana: en el lapso que estudiamos, del 600 al 1054, hubo tres concilios, el III de Constantinopla (680), el II de Nicea (787) y el IV de Constantinopla (869). Los asuntos tratados no fueron de gran relevancia teológica: la atención estaba puesta en materias de disciplina y organización eclesiástica, consecuencia -probablemente- del lento ritmo intelectual y espiritual dela cristiandad de esta época.
El II de Constantinopla establece la existencia de dos voluntades en Cristo, no sólo una como los monotelitas afirmaban, lo cual es un interesante punto teológico, pero apenas una secuela de los concilios anteriores, sobre la cristología. El II de Nicea se refiere a la controversia sobre el culto a las imágenes (aceptándolo) y establece la tradición como fuente auténtica de interpretación del contenido de la religión cristiana; el IV Concilio de Constantinopla condena al Patriarca oriental (Focio) y prohíbe la interferencia de la autoridad civil en el nombramiento de los obispos (este concilio no es reconocido como ecuménico por la Iglesia oriental).
No hay otras cosas notables, en el desarrollo de la Iglesia occidental en este lapso: el cristianismo avanza no por grandes luminarias, sino por una labor de hormigas, realizada en la vida conventual, especialmente desde las abadías benedictinas, y por la evangelización de los pueblos bárbaros, principalmente por obra de religiosos inglesese irlandeses. La infraestructura del cristianismo occidental fue levantada durante estelapso mediante la cultivación de la mente de élites cada vez mayores, mediante el desmonte de zonas agrícolas cada vez más amplias, por el renacimiento de artes y oficios, gracias también a la creación de una organización política original (el feudalismo, la ciudad-estado, las corporaciones). El papado fue la fuerza motriz de esta nueva civilización, pero, careciendo de poder militar, acabó cayendo en las redes de la nobleza romana, que se apropió de la iglesia temporal, para sus propósitos, llevando al papado y a la corte pontificia a las simas más profundas de corrupción, la curia fue presa de esa forma de gobierno espuria, la pornocracia, el gobierno de la barragana del pontífice, y la consiguiente aparición de dinastías eclesiásticas.

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