viernes, 4 de septiembre de 2009

La persecución en México.

Benito Juárez (1806-72), presidente de México en 1857, gran anticlerical, liberó su patria de la ocupación extranjera, derrotó y fusiló a Maximiliano (1872); separó a la Iglesia del Estado, nacionalizó las propiedades eclesiásticas (probablemente la Iglesia era el mayor terrateniente mexicano).

La Revolución mexicana de 1910 extremaría la persecución, y la constitución de 1917 confirmó mucho de la legislación anticlerical de Juárez: se prohibió que la Iglesia poseyera tierra o hipotecas, se eliminaron las escuelas religiosas, se reguló el número de sacerdotes y se suprimieron las órdenes religiosas; sin embargo la aplicación de estas leyes persecutorias fue leve hasta que, en 1926, con la rebelión de los cristeros se dio un enfrentamiento frontal entre Iglesia y Estado que resultó en el cierre de iglesias, la deportación de obispos y una cruenta persecución de fieles y de sacerdotes; hacia 1929 se llegó a un modus vivendi, no siempre mantenido, por el cual la Iglesia dejó de ser contestataria del Estado y éste implementó con laxitud las prohibiciones constitucionales.

En 1988 el Presidente Carlos Salinas de Gortari inició una reconciliación con la Iglesia que llevó (en 1992) al reconocimiento constitucional de las iglesias de todas las confesiones, como personas jurídicas con libertad de predicar, y capaces de poseer propiedad, legalizando la presencia de clérigos extranjeros y removiendo muchas de las restricciones revolucionarias; asimismo se restablecieron relaciones diplomáticas con la Santa Sede.

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