viernes, 4 de septiembre de 2009

El cristiano enemigo del cristiano.

En este lapso el cristianismo no estuvo a la altura de lo que de él sería de esperar, sino que dio muestras de una cerviz muy suave y proclive a cualquier yugo, con tal de evitar la persecución o mantener el disfrute de cómodas situaciones. En algunas situaciones, como en Etiopía (Abisinia) en 1935, la persecución es de cristianos (católicos, con el apoyo del gobierno fascista) contra cristianos (coptos); gobiernos dictatoriales fueron respaldados por la Iglesia católica, abiertamente en España (1936-1950), o con una oposición de labios afuera en Alemania e Italia; con escasas y honrosas excepciones (los testigos de Jehová, por ejemplo, pero ninguna católica importante, salvo el episodio perdido de Pío XI y su Encíclica Mit brennender Sorge contra el régimen hitlerista), las iglesias protestantes alemanas recibieron casi jubilosamente el "Nuevo Orden".

Igualmente los cristianos, en el siglo XX, aceptarán el genocidio y las mayores atrocidades contra etnias enteras, el caso más patente es el holocausto de la raza judía, con –si acaso– una que otra voz en contra, como quien dice "para que conste en el acta" pero sin oposición alguna eficaz; igualmente con la persecución de los negros (por el Ku-Klux-Klan) en la libérrima y cristianísima tierra norteamericana. Todas las sectas cristianas favorecerán la guerra, sin que se oigan voces, ni de los fieles ni de la jerarquía, que se alcen contra la barbarie de nuestro siglo, en forma iluminada, valiente, decidida, y, sobre todo, eficaz.

Todas las formas de opresión a la libertad han sido toleradas, excusadas y hasta cohonestadas, por los cristianos en este siglo tan cruel, cruento y bárbaro. ¿Dónde se perdió el mensaje de Jesús para estas iglesias? ¿No serán réprobas, ahora, todas las iglesias cristianas ante el Señor? ¿Las habrá vomitado el Señor de su boca? (Apocalípsis, 3, 16).

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