jueves, 3 de septiembre de 2009

La Reforma Católica en España.

La reforma católica en España tuvo características del todo especiales, puesto que la Reconquista hispana fue un movimiento de carácter religioso, una cruzada librada por los españoles y por los caballeros de toda Europa: se trataba de conquistar para los cristianos tierras en manos de los paganos y por ello lo espiritual tuvo un énfasis fuera de toda proporción en comparación con los demás países europeos. Detrás de la reforma española estuvo además, respaldándola, todo el poder del naciente estado español para el cual, contrariamente a lo que sucedía en el resto de Europa, la Iglesia era una fuerza unificadora, bienvenida, con cuyo apoyo se deseaba contar para crear el estado absolutista moderno, mientras en otras partes, para lograr tal propósito, habría que combatirla y expropiarla de sus riquezas.
Estas favorables condiciones no quieren decir que el cristianismo se viviera con pureza, pues no era así, especialmente entre en clero; pero sí quiso decir que el poder estaba por reformar lo que no se conformara a la regla, y la regla era la romana.
El principal problema que encontraron los reyes españoles fue el absentismo de los obispos y la alta proporción de extranjeros que eran obispos, consecuencias de la política romana, a esto pusieron coto los Reyes Católicos mediante el patronato regio, con lo que acabaron con los privilegios que los papas aviñonenses se habían atribuido de nombrar a todo el alto clero en la cristiandad: mediante la bula Orthodoxae fidei de 13 de diciembre de 1486, la corona recobra el derecho de patronato y presentación para todas la iglesias y monasterios o prioratos del reino de Granada e islas Canarias con renta superior a los doscientos florines: de ahora en adelante los obispos serán colaboradores del reino y por supuesto de los papas, en la obra de reforma. Entre ellos descuella el franciscano Francisco Jiménez de Cisneros respecto de quien ya consideramos sus profundas reformas en la educación, la edición de textos sagrados en lengua vernácula, la edición trilingüe de la Biblia, la creación de colegios (seminarios) para la mejor formación de los clérigos, la reforma de la enseñanza de las disciplinas teológicas y filosóficas, la reforma de las órdenes e institutos monacales (tanto masculinos como femeninos), la frecuente celebración de sínodos para gobernar su sede, etc., etc. Gracias a sus esfuerzos se conservará la liturgia mozárabe o visigótica.
Por esta época se dará en España la reforma de la teología, obra de los dominicos Francisco de Vitoria (1483-1546) y Melchor Cano (1509-1560). En el siglo XVI la teología estaba mal, de casi nulo vigor en París y en Alemania, estudiada solo en los conventos en Italia, separada de la revolución cultural renacentista en los demás países de Europa, puede decirse que solo en España (antes de la Contrarreforma) se aunaron la formación clásica con la teológica, la teología especulativa y la teología bíblica (o positiva) y por ello solo en España se daría, en lugar de una separación entre humanismo y teología, un fortalecimiento de los estudios teológicos, la llamada neoescolástica, obra típicamente española, que se difundirá por toda la Iglesia católica al ser adoptada por el Concilio de Trento.
La escolástica se había convertido en una metodología vacua, bizantina, sin sustento en fuentes bíblicas, rutinaria y dialectizante, pedante, en una palabra. Vitoria, influenciado por los escritos de Erasmo, enseña, a partir de 1526, en Salamanca y lo hizo eliminando las sutilezas dialécticas (el bizantinismo escolástico) y poniendo énfasis en las cuestiones esenciales, en las cosas candentes y que estaban en el tapete, como ejemplo, sus Relectiones, que plantean el derecho de España a la conquista de América y en qué condiciones si le asistiera el derecho, obra que le ha merecido, merecidamente, el título defundador del Derecho Internacional. La exposición es sobria, elegante, clara, metódica; su argumentación no toma partido, no es sectaria, sino que es individual, lo que convence a su ánimo, no lo que una escuela o secta predique (aunque, venerando como veneraba a Tomás de Aquino, pone la Suma Teológica como texto de estudio, en lugar de las Sentencias de Pedro Lombardo, como hasta entonces se estilaba); sus fuentes son las sagradas escrituras, concilios y patrología (lo cual implica estudios históricos, lingüísticos, filológicos y exegéticos) y no como hasta entonces los compendios y florilegios. Aunque Vitoria nada de esto dejó por escrito, sí lo hizo, con pluma ciceroniana, su discípulo Melchor Cano en su De locis theologicis.

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