jueves, 3 de septiembre de 2009

La actividad misionera.

Otra característica de la Contrarreforma es su increíble actividad misionera, dentro de cada país y en ultramar; también en esto se dará una clara diferencia con la Reformación, la cual, en razón del quietismo espiritual propio del protestantismo, no muestra trazas misioneras, en el período bajo estudio, aunque posteriormente lo cultivará entusiastamente, cuando, posteriormente, la espiritualidad protestante se modifique.
La Contrarreforma católica desató fuerzas espirituales colosales, que sirvieron para que la Iglesia pasara de la defensiva a la ofensiva en todos los terrenos: teológico, filosófico, místico, devocional y sobre todo apostólico. Resucita el afán misionero de Roma y se lanza a la conversión de toda la Tierra, con un entusiasmo que no abandonará en los siglos posteriores y que todavía hoy en día la acompaña y vivifica: China, India, Japón y nuestra América son el escenario de este nuevo empuje de la fe cristiana.
El espíritu misionero se manifestó, en primer lugar, en la evangelización de los estratos sociales menos educados de cada país, una obra en la que quedaba mucho por hacer; tanto los protestantes como los católicos enfrentaron este problema, pero Roma con mayor profundidad, amplitud y decisión, quizás porque sus órdenes mendicantes habían allanado el camino. Pero vinieron nuevas iniciativas, particularmente la de San Felipe de Neri (1515-95) en Roma (el Oratorio), San Vicente de Paúl (1576-1660) predicando a los campesinos y creando la Congregación de la Misión para educar al pueblo cristiano y atender a los enfermos (Hermanas de la Caridad) y finalmente, la Compañía de Jesús, los jesuitas, fundados por San Ignacio de Loyola quienes, por su cuarto voto de obediencia directa al Papa, fueron las tropas de choque de la Iglesia de Roma en su obra educativa y evangelizadora.
El hombre educado actual tiene una percepción equívoca de los jesuitas, como de una organización elitista dedicada a la conversión y educación de las clases altas, lo que ciertamente llevaron a cabo, pero sin mengua de una actividad apostólica inmensa entre los pobres, los enfermos, los prisioneros de sus países. Pero sobre todo con una actividad misionera posiblemente sin par entre las que han sido: no hubo región del mundo a la que no llegaran, hubiera o no cristianos. Muchas regiones del orbe, evangelizadas desde los tiempos apostólicos, como Malabar (1599), supuestamente evangelizada por el Apóstol Santo Tomás, fueron traídas de nuevo al seno católico por la predicación jesuita; igualmente la iglesia kievita volvería a la confesión romana (1596) gracias a la predicación de los jesuitas; a ellos se debe el gran experimento de un ordenamiento social plenamente cristiano, que llevan a cabo en el Estado Jesuita del Paraguay (1608).
Los jesuitas, como misioneros, son un ejemplo de la iglesia del porvenir y nos dan lecciones válidas hoy en día: en tanto que las demás órdenes y congregaciones misioneras trataron de "occidentalizar" las misiones, los jesuitas se confundieron con las culturas donde predicaban el evangelio, el Padre Mateo Ricci (1552-1610), por ejemplo, evangelizador de China vestía como chino, pensaba como chino, y no omitió traducir la piedad y visión cristiana al chino, sin crear oposiciones donde no fueran ineludibles; es célebre la polémica con los dominicos y franciscanos, quienes se oponían al confucianismo y a la veneración de los antepasados, que no debían combatirse, según los jesuitas y que eran incompatibles con el cristianismo según dichas órdenes mendicantes: Roma estuvo en contra de los jesuitas, pero luego, muy tarde por cierto (1936-7) cambió de opinión y aceptó que se trataba de costumbres puramente civiles que debían ser toleradas y permitidas, pues en nada comprometían la piedad cristiana.
La piedad cristiana dentro de cada país católico fue hecha alegre, con procesiones, representaciones teatrales, oratoria convincente, misiones, música sagrada atractiva y una arquitectura monumental: la época del barroco y de la cultura barroca, que es la cultura de la Contrarreforma. Todo esto encendió y difundió la piedad que pasó a ser, de especialización del clero y las clases altas, verdadera vida vivida por toda la comunidad cristiana.

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