viernes, 4 de septiembre de 2009

La vocación de santidad divina.

¡Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto! (Mateo, 5, 48) es el lema de la vida cristiana y lo que ha de distinguir a la comunidad de fieles que es su iglesia, la cual ha interpetado con diferentes énfasis en qué consista esta perfección: la indisolubilidad matrimonial; la castidad del cristiano; el voto de pobreza, de obediencia, de castidad de los entregados al Señor; el espíritu de oración y santificación de las fiestas; el repudio de la violencia; la vida en comunidad, incluso la comunidad de bienes.

Sobre las variantes de cada uno de estos modos de vivir la santidad, entramos en el tercer milenio con muchas dudas y sin una clara visión de cuál sea la respuesta adecuada.

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