jueves, 3 de septiembre de 2009

ZWINGLIO.

En Ulrico Zwinglio (1484-1531), el gran reformador suizo, tenemos un religioso y un humanista, el más equilibradamente formado en ambas esferas entre los reformadores protestantes y el único que no fundó una iglesia o denominación. Con una muy buena formación en filosofía, letras humanas, música y teología (estudió en Basilea, Berna y Viena), fue ordenado sacerdote en 1506 y siempre se dedicó con profunda caridad a sus feligreses: durante una plaga en su parroquia, en 1519, contrajo la peste atendiendo a los enfermos, lo que lo llevó a las puertas de la muerte y de esta experiencia resultó una iluminación que lo convenció de haber recibido de Jesús tanto la sanidad corporal como la espiritual: por Jesús habría obtenido el perdón de Dios.
Su pensamiento era bastante dado al pragmatismo, pues lo que más le interesaba, en realidad, era la política, el bienestar de sus feligreses y si había que poner de lado, mientras tanto, algún principio, lo ponía de lado: Aunque predicaba el pacifismo, ponía de lado sus creencias si la necesidad lo obligaba, por lo que no tuvo objeción en ser dirigente militar, difundir el evangelio por la espada, muriendo por la espada en el campo de combate, en la batalla de Kappel, librada en octubre de 1531, entre cantones reformados y cantones fieles a la religión católica.
El protestantismo suizo fue más puritano, menos romano, que el alemán, pues no solo renunció a todos los sacramentos repudiados por Lutero: a los que mantiene (bautismo y eucaristía) les da una interpretación más comunitaria, sociológica que diríamos hoy en día, no considerándolos signos de la gracia de Dios en el alma cristiana: la Iglesia reformada más asemeja al Antiguo Testamento, a una tradición, y no a una cristiana, lo que desembocaría en una teocracia.
Zwinglio es más extremoso que Lutero en su teología, pues no se adhería tanto a la tradición escolástica o católica, como el reformador alemán y por su idea más comunitaria de la religión reformada, consecuencia quizás de un cristianismo que, en lugar de estar puesto al servicio del absolutismo nacionalista, ponía el naciente estado nacional al servicio de la religión cristiana.
Por su extremismo teológico la iglesia reformada de Zwinglio fue herejía para los luteranos, particularmente por su doctrina sobre la eucaristía, al sostener Zwinglio que Cristo no está realmente presente en la eucaristía, sino solo simbólicamente, en tanto que Lutero siempre mantuvo la creencia católica en la presencia real de Cristo en la eucaristía, aunque la explicara diversamente: no mediante la doctrina católica de la transubstanciación, sino mediante la luterana de la consubstanciación (o empanamiento). Esta degradación del supremo acto de latría a la divinidad hizo imposible que las doctrinas de Zwinglio tuvieran mayor difusión entre los protestantes, ni tan siquiera en todos los cantones suizos. En el Coloquio de Marburgo (octubre de 1529) los protestantes concordaron en los principios de su fe, excepto en lo que hace referencia a la Eucaristía, respecto de lo que Lutero diría:
Nuestro espíritu y vuesto espíritu no concuerdan... Es claro que no tenemos el mismo espíritu, es de entonces que los protestantes se dividirán en dos ramas, la luterana y la reformada, esta última compuesta por los seguidores de Zwinglio y Calvino. Una posición muy semejante mantenía Zwinglio respecto del bautismo que no lo consideraba como un signo exterior de gracia, sino más bien como símbolo exterior de entrada a la comunidad cristiana.
Por otra parte Zwinglio elaboró bastante más que los otros reformadores en lo que hace a las relaciones ente Iglesia y Estado, justificando la existencia del estado para crear aquellas condiciones sociales que permitan a los cristianos alcanzar, mediante la práctica de los Diez Mandamientos, la vida eterna. En lo que se refería a política internacional esbozó, sin desarrollarla o sin madurarla, la teoría del balance de poderes: los pueblos protestantes deberían unirse para enfrentar al papado y al Imperio, práctica que posteriormente caracterizaría la política internacional británica. Este matizado interés en las cuestiones políticas, propio del pensamiento de Zwinglio, contrasta con el de Lutero, para quien "Cristo no está interesado en la política".
Gracias a su vocación filosófica, debemos a Zwinglio la mejor fundamentación del protagonismo escriturístico, tan peculiar de la reforma protestante. En Zwinglio el recurso a la Escritura, la necesidad de la Escritura, es, a mi modo de ver, de carácter filosófico, más todavía, epistemológico: dada nuestra incapacidad de conocer a Dios, podremos conocerlo únicamente si Él se nos revela. ¿Y dónde se ha revelado?, pues en su Palabra, en la Escritura, de donde la Escritura como única regla de fe (Zwinglio es más extremado que Lutero en su recurso y dependencia de las Escrituras como piedra angular del pensamiento cristiano).
García Villoslada (pag.705) resume así el zwinglianismo:
Ambos [Lutero y Zwinglio] ponen como base la Sagrada Escritura como única norma de fe, interpretada según la propia inspiración de cada uno. Así, pues, ambos rechazan la tradición apostólica, que se nos transmite por la autoridad patrística,conciliar y pontificia. Sin embargo no atribuyen ambos el mismo valor a la Biblia. Lutero le da generalmente más importancia. Zwinglio insiste más en cierta inspiración interior.
Uno de los puntos fundamentales de todo el sistema luterano es la corrupción de la naturaleza humana, que podemos llamar el punto de vista antropológico. En cambio, Zwinglio insiste poco en este principio y parte del terreno filosófico-teológico, de un concepto semipanteísta de la divinidad; pues, según él, Dios es todo el ser, y las criaturas, una especie de emanación suya, por lo cual el hombre no es un ser libre, sino que está totalmente en manos de Dios. De ahí proviene su concepto de la predestinación absoluta de todo el mundo y que Dios es origen de lo bueno y de lo malo, del pecado y de todo.
Por otra parte, Zwinglio rechaza igualmente las buenas obras, en particular los votos, la vida monástica, las indulgencias, el purgatorio y el sacerdocio. Pero mientras Lutero pone como base de todas sus teorías la justificación por los méritos de Cristo, Zwinglio insiste más bien en la predestinación. Lutero admite la divinidad de Cristo y manifiesta una íntima adhesión a su persona; Zwinglio, en cambio, tiende a disminuir su grandezas a la manera de los arrianos.
Finalmente, mientras Lutero admite al menos tres sacramentos, Zwinglio los reduce a la mínima expresión. El bautismo y eucaristía, que son los únicos que conserva, son rebajados a meros signos exteriores.
Zwinglio tradujo la Biblia al dialecto zuriqués (la llamada Zürcher Bibel, en 1529), la que no tuvo la trascendencia literaria que la de Lutero al dialecto alemán.
Las comunidades reformadas se separaron de la tradición católica: se eliminó el culto a la Virgen María y a los santos, y sus imágenes, la música religiosa; los ayunos y abstinencias, las rogativas y las indulgencias; el celibato eclesiástico, la vida monacal; los sacramentos (excepto la cena en lugar de la misa, y el bautismo, pero ambos con significado simbólico, pues para Zwinglio todos los sacramentos tenían significación meramente simbólico). Sin embargo quedaron vigentes muchos de los usos de carácter económico, como el diezmo, que tan gravosos eran para la población.
A la muerte de Zwinglio, su reforma perdería impulso, y sus seguidores pasarían a la confesión de Calvino.

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