jueves, 3 de septiembre de 2009

ANSELMO DE BEC, también llamado de CANTORBERY 1033-1109

Anselmo de Cantorbery fue un escolástico notable, para muchos el fundador de la Escuela, monje benedictino originario de Aosta, santo, abad del monasterio de Bec y luego obispo de Cantorbery, propugnó por (como diríamos hoy) un "programa de investigación" diverso al del Pseudo Dionisio, enfatizando el poder de la razón para entender lo humano y lo divino, aunque también él, como Agustín, se sujetó al principio de "creo para entender": siguió quizás los pasos de Boecio, filósofo del siglo VI, también un escolástico primigenio, en cuya obra, "Opuscula Sacra", a pesar de su lema "siempre que te sea posible une la fe a la razón", no aparece ninguna cita de la Biblia, sino que todo es análisis y lógica; Boecio y Anselmo, fueron, pues, exponentes de una tendencia racionalista extrema, ya que no corrigen, mediante una teología negativa, las conclusiones de la razón, sino que descansan, por así decirlo, ilimitadamente en ella; Anselmo llega hasta el extremo de dar una prueba de la existencia de Dios, la llamada prueba ontológica, totalmente racionalista y de concluir en su "Cur Deus homo" (¿Por qué se hizo hombre Dios?), que la Encarnación es lógicamente necesaria, pero -repito- todo esto sin renunciar al programa intelectual agustino de "creo para entender".
Para mejor comprender el punto de vista extremo de esta facción escolástica, racionalista y medioeval (germánica, gótica), que tan adecuadamente representó Anselmo, vale considerar su explicación teológica de la encarnación de Cristo, la cual conformó, desde entonces, la piedad cristiana; no olvidemos que el cristianismo es una cosmovisión paradójica y vital: en él la muerte es negada por la resurrección, y el fracaso de un Dios, crucificado como execrable criminal, conduce a la exaltación suprema; el Dios cristiano es esclavo de su propia abnegación, hasta el extremo de sacrificar a su hijo para redimir a los hombres, porque los ama desmedidamente. El Dios cristiano es un Dios apasionado, no el "motor inmóvil" de la filosofía pagana.
Para la mente logicísima de Anselmo esto era un rompecabezas insoluble, que debía resolver, al que debía encontrarle razón de ser, precisa y puramente racional, "remoto Christo" (como si Cristo no hubiera existido); escribió entonces su "Cur Deus homo", ya mencionado, en el cual dio las motivaciones de la divinidad, como si Dios fuese un señor medioeval; si así fuera, lo primero para Él sería proceder con la solemnidad debida, tomarse en serio, proceder congruentemente, con "rectitudo", haciendo las cosas como debían hacerse, como correspondía, sin que fuera posible, ¡aunque Dios lo deseara ardientemente!, perdonar sin antes haber recibido la reparación debida, que habría deser una germana "wergild" (compensación), proporcional a la dignidad del ofendido, como estipulaba la costumbre medioeval. Esto implicaba que el perdón, la redención, estuviera fuera del alcance de la humanidad, incapaz de rendir una compensación infinita, como era lo debido.
Por donde Anselmo concluyó que Dios, en su abnegación, hubo de disponer que se pagara la "wergild" debida a su majestad divina con el acto expiatorio de un inocente, para que expiara por actos ajenos y no por los propios con su sacrificio, quien habría de ser un miembro de la humanidad, un hombre, pero, al mismo tiempo, Dios. ¡Descansa finalmente satisfecha la pasión logicizante de Anselmo!: partiendo del "remoto Christo", de la inexistencia de Cristo, ha llegado a demostrar, aplicando ordenadamente la inteligencia, que Cristo debía existir, ineludiblemente. Razonó en forma similar para probar la existencia de Dios, en su demostración usualmente denominada ontológica, en la cual supone que la divinidad no existe, para concluir que, aplicando rectamente la inteligencia, necesariamente tenemos que concluir que existe, para no caer encontradicción.
Quizá el valor intelectual de estas reflexiones o racionalizaciones escolásticassea discutible, pero no lo es el "creo para entender" de donde dimanan: para los hombres de la Escuela la excelsitud de la crucifixión y del Dios cristiano enamorado de los hombres hasta sacrificar por ellos lo que más ama, a su Hijo, sin importarle abandonar su impasibilidad para someterse a tormentos, es una convicción profundamente vivida, lo que, tarde o temprano, ensalzaría al hombre, transformando la cultura occidental, para hacerla fraterna, solidaria, tolerante y caritativa, superando la ignominia y el oscurantismo de la Alta Edad media. Tanto Anselmo como Boecio fueron exponenentes máximos del objetivo supremo de la escolástica: unir armoniosamente fe y razón. Hacer de la fe un don razonable o, al menos, no opuesto a la razón. Esto fue logrado de tal manera que, hoy, cuando el cristianismo es una teología razonable, con una moralidad razonable, con una ascética razonable, nos suenan incomprensibles los ataques que el pagano culto, en los inicios del cristianismo, le enrostró, por su falta de coherencia, de lógica, de filosofía, en fin.
Hoy, todo lo contrario; tanto que asalta la duda de que se haya repetido el golpe de estado merovingio y tengamos, en lo religioso, a los mayordomos carolingios, a la sirvienta (la filosofía), hecha dueña de la casa, en el lugar de la teología.

No hay comentarios:

Publicar un comentario