viernes, 4 de septiembre de 2009

El nuevo talante del cristianismo.

Tanto en las filas católicas como en las protestantes, con excepción quizás de los anglicanos y de los ortodoxos, estas seis décadas se caracterizan por la supremacía del "true believer", por la convicción de que sólo en la religión cristiana está la verdad, y de que, además, en ella está toda la verdad y todas las respuestas; es la edad de la hegemonía total de la religión, incluso, a mi juicio, en forma más radical que durante la edad media y el renacimiento. Pero en forma diversa entre los católicos y los protestantes.

La Iglesia católica, como ya dije antes, se convirtió en una organización monolítica, bonapartista, que impuso de manera inexorable y costara lo que costara, las normas del Concilio de Trento, en especial la concentración de jurisdicciones en manos del Papa y la curia pontificia; esto trajo innumerables choques con las autoridades civiles, de los que no siempre salió bien librada la Iglesia; no obstante, a la postre, saldría triunfante de todas las vicisitudes, logrando plena independencia del poder civil. Para lograrlo,–si bien se piensa no podía ser de otra manera–, esta pretensión de ser depósito de la verdad y de toda la verdad, obligó a adoptar una filosofía anticuaria, (eufemísticamente denominada philosophia perennis) para la cual a la verdad le es consustancial la atemporalidad, el ser siempre una y la misma, igual en la antigü&edad que en el futuro[6]. En la Iglesia romana esto llevó a establecer escuelas de pensamiento correcto (ortodoxas), casi siempre aquellas arraigadas en los doctores de la Edad media, con particular dilección por Tomás de Aquino.

Entre los protestantes sucederá algo similar, como se indicó en la primera parte de este capítulo, aunque con una mucho menor regimentación y por ello con muchas voces diversas y hasta disonantes: la verdad es una, inmutable, registrada en la Escritura, y la correcta interpretación, si es que no viene inspirada por el Espíritu, será la que más se asemeje a la más antigua de las interpretaciones, a saber, a la de los primeros días de la Iglesia, antes de que ella se corrompiera con las adherencias romanas y medioevales. Es muy probable que las congregaciones protestantes que profesaran estas doctrinas (denominadas "fundamentalistas" en nuestro siglo XX) se separaran incluso más que los católicos romanos del pensamiento de los intelectuales y científicos de la época.

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