viernes, 4 de septiembre de 2009

DIFUSIÓN UNIVERSAL DEL CRISTIANISMO: PRIMERA PARTE. De Jansenio a Pio VII. De la Paz de Westfalia al Congreso de Viena.

Difusión Universal del Cristianismo: Primera Parte
De Jansenio (1650) a Pío VII (1823) De la Paz de Westfalia (1648) al Congreso de Viena (1815).


En los dos siglos que aproximadamente abarca esta narración, se dan el racionalismo, la incredulidad y la pérdida de valores cristianos característicos de la cultura moderna; la libertad de conciencia y la separación entre ciencia y fe. La Cristiandad, con todo, crece pujante, en todas las confesiones. La profundización de la vida religiosa es cual nunca antes, así como la difusión de la vida cristiana a inmensas multitudes de hombres y, sobre todo, la evangelización de todas las razas y latitudes: la Cristiandad deja de ser un fenómeno europeo, para convertirse en un fenómeno ecuménico, gracias al despertar del espíritu apostólico en todas las religiones, primero en la católica y luego en las protestantes.
En estos dos siglos, todas las iglesias, unas más, otras menos, caerán sujetas al poder civil; la misma Iglesia católica que lucha bravíamente por mantener su independencia y su hegemonía respecto de la autoridad civil, se verá de hecho, de diversas maneras, convertida, fuera de los Estados Pontificios, casi en otra iglesia nacional, como fue el sino de las protestantes. Solo en América del Norte se dio, después y a consecuencia de la Revolución Americana, una plena independencia religiosa y se logró la aparente paradoja de una sociedad civil en que Iglesia y Estado están absolutamente separados, pero donde, no obstante, la civilización secular es profundamente cristiana.
Cabe llamar llamar barroca[2] a la nueva religiosidad, por su carácter complejo, hasta contradictorio; su expresión de los sentimientos con maneras y modos que hacen gran uso de lo sensible, en formas a menudo llenas de dramatismo, como en el Extasis de Santa Teresa de Bernini (1598-1680); porque su reflexión a menudo abandona la austeridad intelectual para entregarse a símiles plenos de grandeza (incluso grandilocuencia), vitalidad, movimiento, dinamismo, tensión; expresión de estados de ánimo contrapuestos y de un deseo de percepción de lo infinito, que, para ser lograda, borra distinciones insuperables desde un modo más apolíneo de ver las cosas. Para tener una tipificación de la religiosidad de la época se debe añadir la convicción, antes no tan a fondo sentida universalmente, de difundir la fe; el espíritu misionero, hasta entonces una característica romana y ortodoxa (griega), se troca en característica de todos los cristianos, al despertar al espíritu evangelizador también las confesiones protestantes. En conclusión, una religiosidad barroca y un impulso evangelizador antes no vivido, serán las características positivas de este período; las negativas serán una concepción estrecha y extremista, casi fanática, de la religiosidad, y la pretensión de encontrar en la Revelación respuesta a todo tipo de problemas, incluso los propios de la ciencia experimental.
Analicemos, primeramente, la evolución de las creencias, el desarrollo del dogma, y luego las vicisitudes históricas; respecto de la evolución dogmática, pueden agruparse en tres las diversas tendencias: 1) aquellas que surgen dentro de la Iglesia católica, 2) las que se originan en otras confesiones cristianas, y 3) las modificaciones en el pensamiento no religioso, en el mundo civil, especialmente en la filosofía y la ciencia.

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