viernes, 4 de septiembre de 2009

El enciclopedismo.

Un proyecto científico de gran trascendencia fue la Enciclopedia Francesa, escrita y publicada entre 1751 y 1780, por un grupo de filósofos que comulgaban con el iluminismo, y por ello creían que los males sociales tenían por raíz la ignorancia y podían eliminarse por la difusión del conocimiento; la obra constó de 35 volúmenes en la forma final, y de 17 en 1772, cuando fue completada por su editor, Dionisio Diderot (1713-1784). Es una obra radicalmente sectaria y sus principales autores fueron Diderot, D'Alembert, d'Holbach, Montesquieu, Rousseau y Voltaire.
Diderot era seguidor de la filosofía de Locke y por lo tanto empiricista, contrario a la metafísica y a las pretensiones de cualquier religión revelada; era un materialista y consideraba que la materia estaba dotada de sensibilidad, de donde se derivarían la vida y elpensamiento. Consideraba el libre albedrío una ilusión. Fue el principal responsable de la Enciclopedia Francesa y escribio en ella los artículos sobre filosofía, religión, teoría política, literatura, comercio y tecnología. Jean Le Ron D'Alembert (1717-1783), fue coeditor de la Enciclopedia y autor del artículo introductorio, filósofo y matemático, pronto derivó hacia el materialismo; el barón Paul Henri D'Holbach (1723-1789), materialista y enemigo acérrimo del cristianismo al cual considera una superstición alentada por los clérigos para vivir a expensas de los creyentes, pero incompatible con la ciencia, sobre todo por su falsa pretensión de amar a los demás por encima del amor a nosotros mismos, que según él es una premisa imposible. Carlos de Secondat, barón de Montesquieu (1689-1755), quien no suele ser clasificado como enciclopedista, pero sí participaba de la filosofía de ello, con sus Cartas persas (1721) y, sobre todo, su obra El Espíritu de las Leyes (1748), ejerció gran influencia tanto en el campo de una crítica despiadada y coherente contra las creencias eclesiásticas, en las Cartas persas, como en la elaboración del Estado de derecho moderno, con su obra sobre filosofía política, El Espíritu de las Leyes, sin duda el más grande y sistemático monumento contra la tiranía, el abuso de la fuerza, la intolerancia y la aceptación tradicional de ideas no tamizadas por la razón; esta obra establece el paradigma para la organización de todos los gobiernos revolucionarios, de la época a hoy en día, en todos los países de la Tierra; es Montesquieu, además, gracias a su profundidad, sagacidad y sistematización de los estudios políticos y sociales, el fundador de la sociología, ciencia que sentará sobre bases menos discutibles la organización y comprensión de los fenómenos sociales, incluida la religión.
Pero serán Francisco María Arouet (1694-1778) conocido universalmente por su nombre de pluma, Voltaire, y Juan Jacobo Rousseau (1712-1778) los filósofos enciclopedistas que dejarán una impronta más profunda, Voltaire en los siglos XVIII y XIX, y Rousseau hasta nuestros días. Voltaire es sin duda quien mejor caracteriza la época del enciclopedismo prerrevolucionario, la época llamada de la Ilustración que campeará también en Inglaterra y Alemania[6], con su escepticismo, desprecio por las religiones concretas, deísmo, empiricismo y racionalismo; aunque Voltaire expone descarnadamente la injusticias del ancien régime, es elitista, de mentalidad aristocrática y conservadora, aborreciendo el ser gobernado por el "populacho", como sería en cualquier forma de gobierno no aristocrática, dado que son pocos los que piensan, luego pocos los que deberían gobernar, y no todos o la multitud, la canalla; por igual razón estima que la religión debe conservarse, pero para el populacho, para la canalla, a fin de refrenarla y gobernarla. Otra cosa es Rousseau, enciclopedista, sí, pero en manera alguna ilustrado, todo lo contrario, el paradigma del romanticismo; nació protestante, se convirtió al catolicismo y luego volvió al protestantismo; de personalidad compleja, no intenta, como los demás enciclopedistas, conocer la realidad a través de la racionalización de la realidad objetiva, sino que es subjetivista, intimista, apasionado, desilusionado de la idea del orden universal, el progreso y demás prejuicios de la ilustración; lo que debemos construir es el hombre interior y seguir las normas de una recta conciencia, así nos dice:
la conciencia no nos enseña la verdad de los objetos, sino la regla de nuestros deberes; no nos dice qué debemos pensar, sino qué debemos hacer; no nos enseña el razonamiento apropiado, sino la acción apropiada. (citado por Laboa, 438).
La posición de Rousseau supera el deísmo y el racionalismo de los ilustrados; al establecer una religión del corazón, hace nacer de nuevo la esencia de la religión, que es el sentido o sentimiento de ser creatura, se atreve incluso a tanto como para afirmar:
El Evangelio es la pieza que decide, y esta pieza está entre mis manos. De cualquier manera que haya llegado y sea quien sea el autor que lo haya escrito, reconozco en él el espíritu divino. Esto es tan inmediato como sea posible serlo; no hay hombres entre esa prueba y yo. (citado por Laboa, p. 441).
Estas frases resumen su modo de ver la religión, que será el de muchos después de él. El enciclopedismo, con su deísmo y racionalismo, tendrá corta vida y ya en el siglo XIX serán los movimientos románticos, todos primordialmente rousseaunianos, los que tendrán la iniciativa, renaciendo así el espíritu religioso, es decir, el hombre nuevamente se conceptuará como creatura y con ello el culto a un Dios trascendente, Padre de todos nosotros. El "alle Menschen werden Brüder!" de Schiller difícilmente habría podido ser un himno racionalista, pero será representativo del siglo XIX, y del nuestro, en gran parte gracias a Rousseau. Asimismo la teoría de la democracia, tal como será practicada de manera casi universal desde entonces, es debida a Juan Jacobo y a su Contrato Social, lo mismo que las modernas nociones sobre la educación y la bondad original del hombre, corrompido por la sociedad y salvado por la educación, creencias comunes en la cultura occidental desde entonces, gracias a otra obra suya, el Emilio.
Resumen bien el enciclopedismo prerrevolucionaria, la llamada Ilustración, la opinión de Juan María Laboa y Jaroslav Pelikan:
Resulta difícil, todavía hoy, comprender en su complejidad el terremoto causado por la Ilustración en la sociedad del Antiguo Régimen. Todos los aspectos permanecían tan entremezclados que, de hecho, el asalto a la posición eclesiástica llevó consigo el desasosiego y la debilitación de las bases político sociales. (Laboa, 445)
La actitud del iluminismo hacia la religión no es unívoca: junto a las formas predominantes deístas existe un intento de renovación eclesiástica y un movimiento claramente materialista. Los auténticos problemas de fe tienen un valor absolutamente marginal para un pensamiento que exige de la Iglesia sólo la organización de una educación racional que promueva el bienestar humano. (Laboa, 446)
....para los ilustrados, esta Iglesia no tiene razón de ser, a no ser que se la utilice políticamente. (Laboa, 447)
... al reducir el misterio a la razón y al achatar la trascendencia para convertirla en sentido común, el racionalismo de la Iluminaciópn había destronado la superstición, únicamente para entronizar la banalidad. (Pelikan, 194)

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